viernes, febrero 03, 2006

STRANDED


Tomo un avión Caracas-Londres vía Valparaíso. En el aeropuerto chileno me espera un taxi, que me lleva hasta el hotel a una velocidad desaforada, como si otro vehículo nos estuviera persiguiendo. La posada es una casa vieja, de colores pálidos, en un sector tranquilo en lo alto de una colina. Dejo mis maletas y de inmediato salgo a recorrer la ciudad e iniciar la búsqueda. Desciendo hasta el muelle por las calles serenas y casi vacías y luego paseo un rato por el malecón que bordea el mar, el cual penetra en la tierra por varios kilómetros formando una estrecha lengua de agua que divide la costa. "Esta vaina se parece a Noruega", pienso; y viendo los veleros en el agua medito un poco sobre lo curioso que resulta que el norte y el sur extremos sean una imagen especular el uno del otro.

Retorno por una calle paralela a la que he recorrido hasta aquí. La subida es empinada, y para avanzar utilizo la misma técnica que he usado desde que salí a la calle: con las manos desnudas me aferro a los barrotes de las rejas que están instaladas en todas las ventanas, y no piso en el suelo sino que apoyo la punta de los pies en las paredes a la manera de una araña o más precisamente de un alpinista. "Así no dejaré huellas, ni borraré con las mías las que puedan estar presentes" me digo, y continúo progresando mientras miro a través de las ventanas para distraerme. Todas las habitaciones que voy viendo están a oscuras, excepto una pizzería con un gran anuncio pintado en la pared y en la que hay un ambiente muy animado. Ruido de platos, conversaciones, risas, niños jugando; todos los elementos sonoros que junto con el olor a queso parmesano componen la melodía espontánea de las trattorias.

Poco a poco las calles comienzan a animarse, se ven más personas y carros en las avenidas. Me encuentro con un largo muro sin ventanas que me obliga a poner los pies en el suelo y continuar caminando normalmente. Me llaman por teléfono. Son mis colegas de Londres. Están en una fiesta frívola, un desfile de modas o la inauguración de una galería de arte, no me queda muy claro. Me da la impresión de que están un poco borrachos. Se interesan por el desarrollo de las pesquisas, y entre risas femeninas y ruido de copas me preguntan cómo es Valparaíso.

- Igualito a Bergen - respondo.

Sigo caminando. Al acercarme a la esquina pienso que es mejor que retome la calle por la que bajé, para evitar perderme. No tengo la dirección del hotel (el taxista que me esperaba me llevó inmediatamente, sin hablar) y estar perdido, indocumentado y sin dinero en una ciudad desconocida y donde quizá me esperen mis enemigos no es el mejor de los escenarios. Decido que al llegar a la esquina cruzaré a la derecha para volver por el mismo camino. Al doblarla me encuentro en un dormitorio a oscuras, acostado con hambre y sed y frío y confundido y despierto.

2 Comments:

Blogger Henry S. said...

Este post es cojonudo.

Anoche soñé con mucha intensidad. Algo muy policiaco, muy represivo. Muchisima tensión urbana. En la calle había durisimos enfrentamientos.

04 febrero, 2006 06:47  
Blogger Martín said...

Esa foto la tomé yo.

10 febrero, 2006 23:55  

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